domingo, diciembre 12, 2004

De cómo ser interrump

Al fin terminé de estudiar. Ok, me fue mal, ya lo sé. Y si usted, querido lector, no lo sabía, ahora lo sabe. Me fue mal. Pero más allá de cómo me haya ido, cierto alivio me recorre el cuerpo, y es el alivio de no tener que estudiar por los próximos 3 meses. No tener que preocuparme por saber todos los temas de una materia ni por pasar largas horas haciendo un examen. Pero, principalmente, y el motivo de este post, no tengo que preocuparme porque me desconcentren.
Si usted, mi amigo, vive en un edificio, entonces ni tengo que preguntarle. Usted tiene un vecino ruidoso. Es una máxima, y no hay cómo negarla. El problema es que este vecino no es siempre ruidoso, es lo que se conoce como un "ruidoso oportunista". Sabe cuándo hacer ruido, y sabe cómo hacerlo. Entonces usted agarra su libro de 200 páginas titulado "La economía y yo: Historias del cambio socioeconómico en la República del Congo", y se dispone a empezar la primera de lo que, sabe, serán muchas páginas y horas de lectura.
Por supuesto, antes de empezar, viene el proceso pre-estudio, que, en resumidas cuentas, se trata de hacer tiempo antes de caer en lo inevitable. Y esto se logra buscando algún bocadillo para degustar durante la lectura, desconectando el teléfono, cerrando la puerta, prendiendo el ventilador, echando una meadita y mirando cómo ese mosquito intenta salir por la ventana sin darse cuenta que está cerrada. Finalmente, no importa cuánto se nos ocurra hacer, tendremos que empezar en algún momento, y creemos que, una vez compenetrados, no hay quién nos quite la concentración. Pero no es así. Justo cuando llegamos a la parte en la que agarramos el lapiz y pensamos "Esto pinta importante, yo lo marco para hacerme el groso", es que escuchamos un "Tum tum tum" sonando de algún lado. Pensamos no darle importancia, pero no podemos, nos está martillando el alma como cuando suena marcha y nosotros estamos al lado del parlante.
Señoras y señores, el ruidoso oportunista entra en acción. El hombre o mujer que comparte vivienda junto a la nuestra detectó que nos concentramos y no deseamos ser molestados, y aprovecha esa situación para arreglar ese cuadro de la cocina que su cónyuge le dijo, reiteradas veces, que debía reparar.
Nosotros pensamos "Está bien, ¿Cuánto puede tardar en poner un clavito?", pero no contamos con los factores que ésto conlleva, y es que el tipo puede errarle al clavo y darle en la mano; detalle que recién descubrimos al oir "Ay, mi dedo y la reputa madre!!!". Ahí pensamos: "Bue, es medio boludo, pero al menos ahora no va a seguir martillando".
Es verdad, el vecino calló. Pero ahora nuestro otro vecino, que también es ruidoso oportunista, empezó a escuchar su cumbia a todo lo que da. Y nosotros ya movemos las caderas sin siquiera quererlo, porque el ritmo nos llega tan fuerte que es imposible evitarlo.
Finalmente, agotados, desesperados y podridos, cerramos el libro, conectamos el teléfono, abrimos la puerta, tiramos las sobras del sandwich y puteamos al edificio, justo cuando el vecino decidió que el cuadro no quedaba bien en la cocina, y el otro prefirió escuchar un poco de música clásica.
Y después me preguntan por qué me va mal en los exámenes...

"El colmo de Batman es que le robin"... no, es demasiado malo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La solución a tu problema tiene nombre y apellido: Castelar!!! (te sigo debiendo el apellido, anotalo a mi cuenta)

Te fué mal?, JA!

Anónimo dijo...

de feodoro esculapio
ustedes se quejan de sus vecinos????
yo tengo por vecino a Rolando hanglin y su mujer y cada viernes es un quilombo de swingers. Lo peor es el desquicio de mi pajarito!

BOLOÑOQUI dijo...

me mató el título