jueves, junio 23, 2005

De cómo llegó Marita a mi vida (Capítulo I)

Eso es lo que todos se preguntan... ¿Cómo llegó Marita a mi vida? ¿Eh?
La mitad de mis queridos visitantes ya saben quién es Marita. La ven vagar por este blog, comentando sobre cada post que hago. Y algunos se preguntan... ¿Quién es Marita? Otros se preguntan... ¿Quién la llamó a esta mina? Y los osados, se preguntan... ¿Cómo llegó Marita a su vida? Pues bien... hoy voy a develar el secreto. Por favor, pónganse cómodos, y no escupan por la ventanilla.
Corría el año 2002. Detrás, corría el 2003. El 2001 ya no corría más. Vientos del noreste soplaban por los terraplenes de Palermo, señal de que algo se avecinaba. Yo estaba sentado, simplemente contemplando la vida y todas sus formas... o sea, viendo una hormiguita tratar de subirse a mi dedo desde la mesa. Entonces, el rugido de una moto me saca de mi trance.
Giro mi cabeza para ubicar el origen de dicho ruido, y la veo... cabello rubio largo como el cielo. Figura esbelta y voluptuosa. Campera de cuero como diciendo "Vengan por mí, chicos", y una carita de ángel... atrás de esa rubia, estaba Marita.
Con mi buen amigo Agustín la miramos, y nos quedamos atónitos. La chica se despedía de su novio con un beso que bien podría haber sido el último, por la duración y la pasión. Y se acerca a nosotros. Por razones que, al menos en ese entonces, no podía precisar, sentí un escalofrío en la espalda. Se presentó: "Hola, soy Mara Giselle", dijo. Y la historia comenzó.
Pero no fue sino hasta el mismo momento en que la ví aterrorizarse por una minúscula araña que me dije "Esta no es una chica cualquiera... es una cagona". Sabía que había algo más en ella de lo que mostraba, y Dios era mi testigo de que lo averiguaría.
Los días pasaron, y la fui conociendo... quizás más de lo que hubiera querido. De pronto, sentí que estaba destinado a conocerla. Algo me decía que, un día, esta chica habría de responder a mi pedido de auxilio. Y entonces, el día llegó.
Yo me encontraba en mi hogar, plácidamente, a sabiendas de que alguien vendría a visitarme. Suena el timbre. Atiende mi hermano, que se hace pasar por mí (así es más fácil) y le dice a quien tocó el timbre que ya bajaba.
Cuando bajé, allí estaba Marita. Con un cigarrillo en la mano y esa sonrisa típica de asesino serial antes de descuartizar a un nene de 3 años por el mero placer de ver un cuchillo con sangre que no sea de él. Cuando abro la puerta, le pido que me acompañe al taller mecánico donde tenía que averiguar el estado del auto de mi primo.
Marita me mira, me escupe y me dice "¿Por qué no me avisaste antes de tirar el cigarrillo, boludo?". Yo pienso "Qué chica encantadora" mientras me limpio el garzo de la cara con un pañuelo.
Una vez que llegamos al taller mecánico... el horror... juro que no recuerdo bien la situación, quizás porque mi inconsciente no quiere recordarla... pero por algún motivo, y esta imagen no se me borra más, Marita estaba bailando "Staying Alive"... bailando en un taller mecánico...
Sabía que Marita no era simplemente "una chica más", pero no creí que sería para tanto.
Cuando retornábamos del taller, nos encontramos con aquél que habría de guiar nuestro camino... nuestro arcángel: Un negro que nos decía que el mundo se iba a acabar y que él iría al cielo... Dios lo bendiga...
Esto no se termina acá, porque Marita no es un solo post... Marita es un blog entero... en próximas ediciones sabremos de las famosas cáscaras de mandarina, de su repentina partida hacia el viejo continente, de los singulares acontecimientos en que se vió envuelta, y de cómo se desenvolvió.

Continuará...

Por cierto... habrán notado que cambié el formato del blog... me estaba aburriendo el otro.

sábado, junio 11, 2005

De cómo evitar esos deslices urbanos.

¿No le da lástima la gente que vive en pasajes? Yo tengo acá, cerquita, varios pasajes que cruzan tanto San Blas como Segurola, calles donde vivo. Uno de ellos, por ejemplo, es Alejandro Korn (eximio arquitecto mayor que, en sus ratos libres, inspiraba sus obras de arte arquitectónicas mediante notas musicales. De allí, sus torres y puentes sinuosos, dibujaron un contracanto arcaico, lleno de pasión y furia. Su trabajo dio origen a piezas musicales de un rock pesado, divino, que luego tomaría forma de banda y, en su honor, habría de llamarse KoRn, con la R al revés para ser más rebelde).
Alejandro Korn es un pasaje de unas 3 ó 4 cuadras de largo, que poca gente conoce y del cual nadie habla. Porque, seamos honestos, cómo incluímos a "Alejandro Korn" en una conversación?
Otro pasaje que circula por mi zona es Delambre (en este caso, el pequeño pasaje ha tomado su nombre debido a su pasado árido e infértil, que privaba a sus habitantes de cultivos donde saciar su apetito voraz. En su honor, años después se fundó la "Calle Del Hambre", para, luego, con la venida de la urbe porteña y los tumultuosos devenires de la city, sea achicada a pasaje y acortada en su título a "Delambre"). Delambre tiene, también, muy pocas cuadras de extensión, y se cruza por entre la manzana sin pedir permiso, como si no le importara nada.
Es así, la gente de los pasajes son así. Aparentan una vida tranquila y apacible, sin mayores movimientos. ¿O usted acaso no siente una cierta sensación de paz cuando cruza por un pasaje? ¿No nota árboles cuidados, calle limpia, perros corriendo y niños jugando? ¿No siente que está observando un cuadro desubicado de lo que es la ciudad? Pues bien, esa es la impresión que quieren dar estos solemnes habitantes. Pero dentro del mismo hay odio, rencor y miseria. Los pasajistas, como estos individuos no quieren ser llamados, pero los llamamos así porque somos pulenta, guardan un odio hacia todo lo que sea ciudad, y crean una mini-colonia en sus pocas calles. Y su prepotencia viene, ni más ni menos, que del mismo origen de su morada. Como los pasajes suelen cortar una manzana en dos, se creen lo suficientemente poderosos para partir en dos a cualquiera que lo merezca. Pero no nos confundamos. Los pasajes son un desliz en una arquitectura urbana post-moderna. Los pasajes sólo sirven para interrumpir la continuación regular de la manzana, y poner nombres molestos en la Guia T que dificultan la lectura de la verdadera calle que uno busca.
Hoy propongo una Buenos Aires distinta. Sin pasajes. Donde cada manzana tenga sus 100 metros llanos o con obstáculos, pero 100 metros al fin. ¿Qué es eso de ver carteles que anuncian alturas de 0 a 50 y de 50 a 100? Unifiquémonos. Unámonos.

Cosme Fulanito, el ombusman (o como se escriba) que estaba faltando.

sábado, junio 04, 2005

Intermezzo por una causa justa

Dos trabajos prácticos completamente aprobados. Un parcial de Organización del computador (aprobable con 60) en el que me saqué 73. Un parcial de Métodos Numéricos (también aprobable con 60) en el que me saqué 61. Y un laburo agotador que, contrariamente a lo que pensaba, sí me deja tiempo para ocuparme de la facultad, después de todo.
Las cosas están saliendo bien por ahora... queda la segunda mitad de cuatrimestre, y esa cercanía, envidiable, a las vacaciones de invierno.
En Agosto se estrena Sin City. En Agosto también estrena nuevo espectáculo Les Luthiers. En Agosto, además, cumple años una amiga que no voy a nombrar porque sé que le da bronca cuando no la menciono. En Agosto, si Dios quiere, esa amiga viene a visitarme. Como dirían en Telefe: Agosto, un mes de grandes estrenos. Un mes de re-encuentros. Un mes con todo! Agosto, en TE-LE-FE!
Qué lento pasa el tiempo cuando uno espera ansioso la llegada de un momento exacto.

jueves, junio 02, 2005

De cómo desenterrar joyas del pasado.

Todos tenemos un pasado que queremos ocultar. Pero no me refiero a esas cosas que hicimos, que nos avergüenzan; como, no sé, admitir que veíamos tal programa de televisión, o callar el hecho de que nos gusta bailar en un taller mecánico. No, me refiero a un pasado mucho más tangible, más terrenal. Las fotos. Aquellos rectángulos de color que pueden delatar, en un santiamén, cómo éramos en nuestra juventud.
Todo esto viene a raíz de un amigo, que supongo leerá esto en algún momento. Resulta que al muchacho lo conozco desde niño. Y ahora él le viene a mostrar a su novia (que también es amiga, pero a ella la conozco desde hace poco) una foto mía de niño. Pero qué vergüenza, señores. Ese pelo! Esa cara! Esa campera! Esa buzarda...
A veces nos da vergüenza admitir que sí, que en una época, ése éramos nosotros. Otras veces pasa todo lo opuesto, vemos la foto y decimos "¿Por qué ahora no puedo ser como en aquél entonces?".
Yo ahora, físicamente, me siento en la etapa "Esta es mi época buena". O sea, si yo me saco una foto ahora, es a esta foto a la que, en un futuro, le voy a decir "¿Por qué ahora no puedo ser como lo soy acá?". ¿Se entiende? No, no se entiende.
Yo, a los 12 años (edad que tenía en la dichosa foto de mi amigo), tenía un pelo largo horrible, una cara regordeta y pecas, miles y miles de pecas. Hoy no, tengo menos panza, menos pelo, menos pecas... y más años, obvio... y me gusta mucho más ahora. A eso me refiero. La imagen que quiero conservar de mí para mostrar en unos cuantos años es la actual, no la antigua. Si la gente tiene que conocerme, que me conozca como si yo hubiera nacido con esta cara. Ojo, no me la doy de Adonis (aunque lo soy, admitámoslo), sino que creo que ahora estoy mucho mejor de lo que estuve en toda mi vida.
Los que me conocieron en esta etapa, tienen serios problemas para asimilar el hecho de que yo alguna vez tuve pelo largo... muy largo. Los que me conocen de aquella época, agradecen que ya no tenga más ese pelo. Yo también.
Usted, querido lector, que seguramente leerás esto algún día, pero no opinarás porque "te da fiaca"... ¿Tienes una imagen de tu pasado que te avergüence? Los exhorto a todos a contar vuestra infancia. ¿Cómo eran de jóvenes?