sábado, diciembre 24, 2005

De cómo sentirse indignado.

Indignación. Esa es la palabra que lo describe. Lisa y llana indignación.
Espere, antes de contarle, querido lector, déjeme darle una especie de repasadita por lo que fue mi vida estas últimas semanas. Bueno, como usted sabrá (y si no lo sabe, siéntase mal por no haberse enterado), pasé la mayoría de edad... hace más de un año ya, porque acabo de cumplir 22, no 21.
22 años, señores... los dos patitos. A partir de ahora mi edad es capicúa, y debo realmente aprovecharlo, porque es algo que no se repetirá sino hasta dentro de 11 años, cuando cumpla los 33, la edad de Cristo que le dicen. Muchas cosas se pueden hacer ahora que tenés 22, como por ejemplo... eh... comprar cigarrillos... bueno, sí, eso podía hacerlo antes también, pero igual, con 22 puedo! Si tan solo fumara...
En fin. Mi cumpleaños en sí fue una catarata de buenos momentos como hace mucho que no tenía. El momento en que el reloj cambió hacia las 00:00 me encontró a mí adentro del flamante Village Caballito viendo Chicken Little (ultra recomendable). A la salida, cuando prendí el celular, el aluvión de cariño fue opacado por un mensaje de voz que me hizo gastar bastante crédito y cuyas primeras palabras susurraban "¿Cómo tenés el celular apagado, pelotudo?". Era Marita, claro, quién más podría ser?
Bueno, me han regalado varias cosas de las cuales destaco lo siguiente: El CD de la banda de sonido de Corpse Bride; una muy bonita lapicera con estuche y todo; el libro de Sebastián Wainraich "Estoy cansado de mí" (excelente!! EXCELENTE!!!) y, por supuesto, el DVD de "Charlie & The Chocolate Factory" que tanto esperaba.
¿Qué más puedo contarle de relevante? Aprobé la dichosa "Métodos Numéricos" y ahora voy por el final. Ah, y tuve la fiesta de fin de año de la editorial donde laburo en una quinta de Moreno. Muy divertida, excepto por un pequeño detallito (Marcelita, si lees esto, perdoname!!!).
Pero indignación, decía que siento... indignación no por mi cumpleaños ni por nada que tenga que ver con ello. Indignación porque llevo un año y medio esperando que una de mis bandas preferidas en la actualidad, Franz Ferdinand, venga a actuar a la Argentina. Indignación porque, cuando por fin viene, no viene solo. Indignación porque vienen como banda soporte de U2. Indignación porque U2 no me gusta. Indignación porque tengo que comprarme una carísima entrada a U2 para ver media hora de Franz Ferdinand. Indignación porque al final voy a terminar escuchándolo por radio, y me voy a arrepentir toda la vida.
Indignación. Simplemente indignación.
Las masas populares que me siguen, por favor, tómense unos minutos para abrir vuestro programa de intercambio preferido. Dirijan vuestros cursores hacia el campo de búsqueda y tipeen "Franz Ferdinand". Esperen resultados y bájense los siguientes temas, sin orden específico: "Dark of the matinee", "Take me out", "Do you want to", "Eleanor put your boots on", "40 ft", "Tell her tonight", "Michael"... bah, bájense todo, que van a poder disfrutarlo.

Indignación. Simplemente... indignación.

Ah, para mis amigos goy, y para los que no también... ¡Feliz Navidad!

viernes, diciembre 09, 2005

De cómo combatir la piratería desde un punto de vista cómodo.

Había una vez una ciudad urbanizada, cuya ley de oferta y demanda permitía que la gente pudiera acercarse hasta un kiosco, librería, o local de cualquier índole, y adquirir diversos productos que satisfacieran (o satisficieran?) la necesidad que cada uno pudiera tener de tal o cual artilugio. Eran épocas felices, donde un Topolino se podía conseguir con tan solo acercarse a la ventana de un kiosco, o donde comprar un collar requería entrar a un joyería, comparar modelos, evaluar precios y retirarse indignado vociferando "Mejor me hago uno con clips". Eran tiempos donde, el entretenimiento casero, la diversión sana, la película de los domingos, se disfrutaba yendo al videoclub, pasando dos horas revisando los estrenos, los no estrenos y los que uno no entendía qué hacían todavía en exhibición, y retirándose, insatisfecho, con una copia de "Mira quién habla 8: Ahora adoptamos un monje tibetano". Esos tiempos están ya muy lejanos, gracias al auge de la ilegalidad, al disparo fugaz que tuvieron los precios de los productos de copia, y al ensanchamiento peatonal de la Av Corrientes que permite agregar un puestito más en la vereda jodiendole el paso a cualquiera.
Esto pensaba yo (bueno, no, en realidad pensaba cómo hace un ciego para saber cuando viene el bondi) cuando me topé con la realidad con la que convivimos. Ya no existe eso de ir a un kiosco a comprar una birome Bic azul a último momento porque la que usábamos ya realmente no tiene tinta, por más que uno la agite y le tire su aliento a cebolla que, francamente, jamás entendí cómo podía ese acto lograr que saliera más tinta, como si nuestra boca, cual pulpo en el oceano, arrojara vástagos de tinta hacia el diminuto tubito de la birome, logrando que escribamos más. No, señores, eso ya no se usa. Tampoco se usa eso de ir al videoclub a alquilar "Mi pobre angelito 5: ¿Cómo demonios llegué a Kuala Lumpur?". Ahora la onda es usar los puestos callejeros y comprar todo ahí. Deambulando por la calle podemos encontrarnos con gente que nos ofrece 3 biromes por un peso, 2 chocolatines por $0,50 o un pete por $3,50 y si le pagás justo te hace el cambio de bujías gratis.
Lo que más curiosidad me da de este hecho no es que uno pueda comprar un anillo en plena Av Rivadavia a la vista de todos, exhibiendo que uno realmente puede afrontar el gasto de una joya sin pudor a que nos vean los demás. Tampoco es el hecho de que este tipo de negocios siempre son administrados por un negro bien carbonizado con anteojos oscuros (no es eso redundante?) y gorrita. Lo que más curiosidad me da es que se exhiba a la vista de todos semejante show ilegal y no se haga nada al respecto. O sea, dibujemos la situación: Avenida Córdoba, martes, 3 de la tarde. Un auto se estaciona por dos minutos sobre el cordón izquierdo porque el dueño tiene que ir a buscar a su abuelo inválido. El señor policía, siempre dispuesto a combatir el crimen, deja de charlar con el dueño del kiosco de revistas en el cual podés comprar "Mrs Doubtfire 2" (y esto no es un chiste, se va a hacer en serio) antes que se estrene en el cine, para ir a ponerle una multa al tipo. ¿Soy yo el único que ve el problema acá? Con cara de poronga y de "ya tengo el poder" cual He-Man en su salsa, el policía discute con el dueño del auto que estaba mal estacionado y que la multa es insobornable (bueno, esa palabra puede llegar a arreglarse... como todo en este país), cuando minutos antes entablaba amable conversación con quien se caga en los derechos de autor y vende todo un videclub por $3,50 la película, 2x$5.
Esta cruzada anti-piratería de DVD en la que me manifiesto, no pasa por el hecho de que considero un acto delictivo de magnánima índole el hecho de copiar películas... pasa porque mi lectora de DVDs vieja no lee discos piratas, y si yo no puedo ver películas truchas, que nadie pueda, carajo!
Tampoco entiendo cómo, los tipos que venden relojes despertadores en la calle, se bancan el "pi pi pi pi" que hace el susodicho durante todo el día... pero eso es otra historia...