lunes, octubre 31, 2005

De cómo cumplir un añito de vida.

Señoras y señores, damas y caballeros, madame et monsieur, signori e signora... ositoko, ositaka! Me es muy grato anunciarles que en el día de la fecha, mi querido y nunca bien ponderado blog... ¡Cumple su primer añito de vida! (fanfarrias, aplausos, grititos desaforados y carteles que dicen "Villa Ortuzar está con Cosme")
Así es, hace tan solo un año, empezaba una nueva forma de ver la vida, una revolución infernal que roza la parafernalia anímica, destruyendo ríspidos parajes de lo emberbe, y glorificando magnificiencias ecuánimes de la proclamitud. Increíble que eso haya sido hace tan solo un año atrás, no?
Para quien no lo recuerde, o más aún, para quien no lo haya leído, les permito, obligo y hasta incito que relean el primer post, curiosamente uno de los pocos cuyo título no comienza con "De cómo": "Hey Ho, Let's Go!". Cabe aclarar para el usuario novato que quizás se pierda por el final del post, que este blog, otrora, se llamaba "Y dijo el Dr. Vaporeso" pero cambió su denominación hacia la actual por motivos más allá de la razón... algunos dirían que es porque se me acabaron las frases de Vaporeso... algunos tendrían razón.
Ha sido un año largo, de cambios, tribulaciones y otras palabras complicadas que suelen usarse para definir cómo fue el año. En lo personal, realmente ha pasado mucho en mi vida, pero no lo voy a contar porque nadie me preguntó.
En cuanto al blog, ha vivido sus altibajos... ha vivido la época de silencio, que no fue hace mucho; ha vivido su época de auge al principio, donde escribía posts casi diariamente; ha vivido épocas de repudio, como cuando quise hacerme el gracioso con los posts de insectos; y ha vivido otras épocas que... ¿Para qué recordarlas?
Particularmente, jamás olvidaré el post "De cómo notar la importancia del centavo" porque fue el primero, y hasta me atrevería a decir que el único, post que no tuvo ni un solo comentario... qué fracaso editorial...
A su vez, tampoco podría jamás olvidar el famoso post "De cómo llegó Marita a mi vida (Capítulo III)", no solo por ser el boom editorial con 30 comentarios (cifra hasta ahora nunca alcanzada por otro post), sino también por ser el puntapie para la carrera artística de Marita, personaje que ronda los foros desde su comienzo, y que (y esto lo juro) hizo que más de uno se pregunte si existe realmente o es un personaje inventado. Amigos, Marita existe, realmente vive en España, y el 90% de las cosas que conté en sus posts son verídicas, incluyendo la cáscara de mandarina con la cual apagaba cigarrillos.
Mucha gente, al pasar, me pregunta "Pero no, posta, las cosas que escribís de Marita no pueden ser verdad", yo les digo "Eso no es una pregunta... y se equivoca. Todo lo que digo es cierto, Marita realmente es así". Otros más osados me preguntan "Pero esta Marita, es simpática? Bah, no me importa... ¿Está buena, digo?". Yo les respondo "Hermano, plantear la belleza física por una razón superficial no es aceptado ni menos conformista. Es la belleza interior la que cuenta en tanto el exterior puede ser modificado y/o adaptado para sucumbir ante los deseos de amor interno. Y no, no está buena."
En fin... usualmente ustedes saben que en este tipo de posts se suelen agradecer a los visitantes y todas esas cosas, no? Bueno, para no ser menos...
Gracias a:
* Marita: La única persona que visita y opina en todos y cada uno de mis posts, demostrando así su eterno cariño y amor para conmigo, y su terrible tiempo libre que tiene entre manos.
* Virginia: Persona poco conocida entre los visitantes del blog, pero no por eso menos importante en mi vida. Si yo tuviera que nombrar a las dos mujeres de mi vida, estas serían sin lugar a dudas Vir y Marita. Vir es mentora, además, de varias ideas que fueron luego plasmadas en el blog (algunas con el debido crédito, otras con el creído débito).
* Ags: Así como en Seinfeld dicen "You gotta love the Drake", yo digo "You gotta love the Ags"... quizás nunca se entere que lo estoy nombrando, porque el guacho rara vez se digna a aparecer en mi blog, pero un capo el man, no se puede negar.
* Karu: Increíble, no? Esta chica nació y se originó en mi blog... la conocí gracias a él y desde entonces siempre hizo notar su aparición, hasta que se alió con Marita para hacerme la vida imposible... yo sigo esperando el tan prometido menage-a-trois que en realidad nunca me prometieron pero no me importa...
* Bárbara: Esta entra incluso menos que Ags, pero no puedo dejar de mencionarla, no solo porque en estos últimos meses se convirtió en una increíble amiga con la cual siempre me divierto, sino porque además fue la que ideó el interminable post especial de fin de año que tuvo muy poca réplica.
* Carla Conte: Por estar tan pero tan pero tan buena...
* Andrés "Lupine Wolf" Olivera: Por haber inventado La Internet Apesta y haber escrito los más hilarantes updates sobre prácticamente cualquier tema, destacando su versión de la Biblia (apenas comparable con la mía) y su Querido Diario.
* Y los demás... hubo más gente, pero no vamos a nombrar a todos... sepan que no son menos importantes que los nombrados, aunque eso parezca porque a ellos los nombré y a ustedes no...
Señores, "De la vida, y todo lo demás" (tal es el título del blog a la fecha) cumple un año de vida, quien quiera hacerme regalos, tiene mi bendición y hasta abrazo afectivo a modo de agradecimiento.

lunes, octubre 24, 2005

De cómo mojarse porque los hombres no suelen usar paraguas.

¡Lluvia en Buenos Aires! Crónica anuncia todo lo que falta para la próxima primavera con los "Pío pío pío, pío pío pa" de fondo; la abuela se mete adentro de casa a tejer junto a la ventana mojada mientras la madre hace tortas fritas para cuando la nena vuelva del colegio. En otra parte de la ciudad, donde la imagen no es tan parecida a "Mujercitas" y se acerca más a lo que es realmente Buenos Aires, la gente se amontona por las calles, puteándose unas a otras porque todos se mojan y nadie colabora para hacer más llevadero el sufrimiento. Los autos tocan bocina a todo lo que da y aceleran sin temor con las ansias de empapar a un incauto que esté caminando por el cordón.
Quien les habla, en el día mojado de hoy, caminó diez cuadras por la avenida Rivadavia y notó las cosas que está por contar.
Vamos a empezar con lo que más me molestó porque... bueno, fue lo que más me molestó.
Yo me pregunto, y espero que alguien acá sepa proveerme una respuesta coherente y que ponga fin a mi malestar... me pregunto... ¿Por qué la gente con paraguas no nos deja caminar tranquilos a los incautos que nos atrevemos a mojarnos?
Obedeciendo a mi simple razonamiento lógico, yo camino por la calle lo más cerca posible a la pared. Elemental, mi querido Guaxon, por la pared hay techito de los miles de locales que pueblan la avenida Rivadavia, y me protejo más de la lluvia. Pues bien, que del lado de enfrente venga otro tipo tapándose el cuello con la campera como si eso fuera a protegerlo del agua me lo banco, pero que venga una vieja paqueta con un paraguas no. Escuchame, vieja, si tenés el paraguas en la mano, cuya función primordial, además de fingir que sos Chaplin, es protegerte de la lluvia... ¿Para qué mierda querés caminar abajo de los techitos? ¿Por qué no me dejás caminar a mí, que me mojo? Eso no sería tan grave si no fuera porque, además de caminar abajo del techo, también te parás a ver vidrieras, opacando, con tu enorme humanidad, prácticamente todo el lugar por el que se puede pasar.
No, si yo digo que lo peor de la lluvia no es el agua cayendo del cielo, eso es un mero efecto secundario... lo peor de la lluvia es eso que te hace desear no haber salido de casa... sea la vieja que camina con su paraguas, o sea esa maldita baldosa suelta que enchastra todo al pisarla sin querer, y te deja el pantalón como si te hubieras caído en un pozo ciego y hubieras pataleado para que la propulsión de tus piernas te elevara hasta la superficie.
Hoy tuve suerte, no pisé ninguna de esas baldosas... seguramente fue porque caminé las diez cuadras con los ojos fijos en el suelo y terror en cada paso. Quizás por eso me choqué con 3 hombres, 2 perros, un policía, 5 kioscos de diario y un poste de luz con el cartel de "Vote a Ramal"... la próxima miro para arriba y dejo mis pantalones librados a su suerte.
La lluvia en Buenos Aires es todo un acontecimiento. La lluvia te hace dejar las cosas para después con la típica excusa de "Es que con este día, quién tiene ganas?". La lluvia golpea sobre el techo de chapa al lado de mi ventana y me rompe las pelotas. La lluvia... un sentimiento, una pasión... un diluvio.
A veces me sorprendo de lo poético que resulto.

jueves, octubre 20, 2005

De cómo preferir viajar en subte.

En mi post anterior (bueno, el anterior al anterior) me despaché sobre las ventajas y desventajas del viaje en auto, sus consecuencias y sus virtudes, sus pros y sus contras, sus Pepsis y sus Cocas... pero no todos pueden darse el lujo de viajar en auto y vivir mis mil y un aventuras. Algunos viajan en colectivo, y es a este medio de transporte al cual me referiré ahora (y al cual ya me he referido varias veces, porque si hay algo que tienen de bueno los bondis, es que dan que hablar).
En particular, quiero señalar algo que me pasó hoy en el colectivo, y que ya me ha pasado con anterioridad... pero hoy lo recordé como para comentarlo.
Es sabido, está en la constitución, que el colectivo es el rey indiscutido de la calle, y que antes que el peatón, es él quien tiene proridad de paso. Es una ley, inapelable, indiscutible, inodora e insípida... incluso creo que hasta te lo preguntan cuando sacás el registro, la pregunta 5.
Ahora, dando uso y abuso de ese derecho, o más bien privilegio, que tienen, los colectivos se dan la opción de respetar las normas de tránsito a placer, a troche y moche que son dos personajes de dibujos animados tipo Tom y Jerry (ya lo dije esto? Me suena a chiste repetido). Y la nota de color la dan en su actitud para con el semáforo y sus devenires.
Entonces, hoy venía en el colectivo, y veo, a una cuadra, que el semáforo se pone en rojo. Mi reacción común, como conductor, es frenar, esperar que cambie a verde, imitar una batería con mis manos pegándole al volante al ritmo de la música, mirar a los autos de los costados e imaginar de qué estará discutiendo esa pareja del Megan azul. El colectivero no, no reacciona así... para él, ver un semáforo ponerse en rojo a una cuadra es una especie de desafío personal... una ofensa si se quiere... un cachetazo a guante blanco indicando "Exijo una satisfacción". Entonces acelera... sin parar, sin cesar, sin augusto, sin Cesar Augusto (entienden, no?), le da a toda máquina sin importarle el Fitito amarillo (porque todo Fitito debe ser amarillo por ley, así como todo Vivace/Spazio debe ser blanco o azul... o en su defecto rojo, otro color no existe), que cruza tranquilo porque tiene su semáforo en verde.
Ese es un lado de la moneda... el colectivero que no le importa el semáforo en rojo y acelera sin temor, pero no se olvida el freno yendo a gran velocidad con el colectivo lleno, qué porrazo de verdad (http://www.lesluthiers.org/verversion.php?ID=29). El otro lado de la moneda son los colectiveros que ven el semáforo en verde, saben que recién se puso en verde, pero van a 50 metros por minuto para darle tiempo al semáforo a cambiar.
Casualmente estos casos solamente ocurren cuando uno realmente está apurado y necesita un colectivero como el del primer caso. No, cuando uno está apurado, el colectivero detecta esa prisa y se toma su tiempo. Si está a una cuadra, va a ir más lento que taxista sin pasajero para que el semáforo pueda cambiar a rojo. Y si, llegando a la esquina, el semáforo aún no cambió, no le importa, no señor... va a quedarse detenido como si estuviera en rojo hasta el momento en que efectivamente lo esté, con el consecuente irrespeto de los automovilistas detrás de él que en ese momento se acuerdan de su madre, su hermana, su tía, su lora, su primo travesti y su mujer.
El mundo del colectivo es variado y siempre da que hablar... esto significa que voy a seguir currando con esto, todavía ni mencioné las desventuras que uno puede vivir tratando de poner 80 centavos en la maquinita...
Por cierto, se me ocurrió la forma perfecta para robar un auto sin ser atrapado (al menos no en el momento del robo). Pero la vida me hizo honesto, pucha digo.

lunes, octubre 17, 2005

De cómo sentirse engañado por los medios.

Ahora que me mudé a un lugar mucho más comercial y menos familiero (recuérdelo, sin importar donde viva yo, Floresta es barrio de sentimientos, de amores, donde la gente se da la mano y toma un mate en la puerta mientras se juega un truquito con Venancio a las 6 de la tarde esperando que la bruja haga la comida). Decía... ¿Qué decía? Ah, sí, que ahora que me mudé a un lugar más comercial y menos familiero (recuérdelo... ¿Qué, ya lo saben?), en fin, ahora que estoy en Flores, presto, involuntariamente, más atención a todo lo que sea comercial. Es decir, a todo aquellos productos "Nuevos y renovados" que no tienen nada de nuevo y menos de renovado. El ejemplo principal que noto, y que me impulsa a escribir esto, es el tema de las gaseosas. Para empezar, sorprende ver la gran variedad de marcas que hay, con nombres que pueden ir desde la archifamosa Coca Cola, hasta Pony (altamente consumible en esta casa) o Waldo (horrible, horrible). Si bien nada puede comparar el gusto colado de la Coca, porque todos saben que ésta posee un ingrediente secreto que no es amor; hay gaseosas que hacen un sutil intento, y por supuesto, no lo logran. No sé si lo notaron, pero las gaseosas de cola se pueden dividir en dos categorías: Las que tratan de imitar a la Coca y logran algo bebible; y los que tratan de imitar la Coca y terminan fabricando un WD-40. En esta segunda tanda, por ejemplo, se incluye la Waldo ya mencionada. Eso sí, los creadores saben que su gaseosa sabe a líquido para frenos (sí, ya sé que WD-40 no es líquido para frenos, no me corrijan!), y entonces lo salvan simplemente poniendo "Gaseosa de bajas calorías". Claro, cuando uno lee eso, ya sabe que se atiene a un gusto feo y entonces todo está salvado. Si alguna vez ve una Yes Cola que no diga "Bajas calorías", estese atento, porque puede haber descubierto el sucesor de la Coca! (que no es la Pepsi, acéptenlo, la Pepsi es horrible).
Ya que hablamos de gaseosa (bueno, yo hablo, ustedes leen), quiero hacer notar algo más que me causó curiosidad... ¿Notó que ya no existen las gaseosas de 2 litros? Ahora solo existen las de 2 litros a las cuales se le agregaron un cuarto más... es decir, esas gaseosas tampoco son de 2,25 litros. No, son de 2 litros + 1/4 gratis. ¿Es algo supersticioso acaso, lo que impide vender botellas de 2 litros llanos? ¿Por qué esa obsesión por los 2 litros con obstáculos? O sea, si me querés vender de 2,25 litros todo bien, pero no me la cobres como una de 2 litros + 1/4 gratis, porque la de 2 litros no existe como para saber si saldría lo mismo.
Siempre me llama la atención esos productos que dicen "Ahora con xxx gratis". ¿Alguien habrá llevado la cuenta del precio de dicho producto antes de la promoción, como para constatar que el agregado es realmente gratuito?
Para mí, lo único realmente gratis en esta vida son los sobrecitos de shampú que vienen de vez en cuando con la revista Viva... eso es gratis.

viernes, octubre 14, 2005

De cómo juntar puntos para el Serviclub.

Siempre quise saber qué se siente cuando uno está manejando y de repente el auto se queda sin nafta. ¿Cómo reacciona el auto? ¿Cómo reacciona uno? Admito que nunca me ocurrió, pero lo que sí me pasó es de viajar con el mínimo de nafta. Hoy, sin ir más lejos. Si bien no me gusta la idea de que el auto se me quede clavado en plena avenida Entre Ríos un viernes a la tarde cuando el tráfico es tan pesado que uno puede jugar un partido de ajedrez con el auto de al lado sin tener que interrumpir la partida; lo que sí me gusta es esa sensación de adrenalina, ese temor fugaz que acelera el corazón... ese miedito, bah, a que se acabe la nafta en cualquier momento. Ver la lucecita prendida a todo lo que dá y que no se apaga ni aunque uno pase por un lomo de burro, que por lo general hace que la aguja salte un poquito y la luz se apague por dos segundos, suficientes para que uno diga "Bueno, entonces taaaan poca nafta no tengo". Y hoy tuve que recorrer más de 100 cuadras en un auto al que, con solo prenderle el motor, y antes de que se escuche el rugido (bueno, el ronroneo) de los motores y se prendan todos los sistemas, tiene la luz de la nafta encendida de antemano, como si te estuviera diciendo "Papi, tengo sed".
Hoy me sentía temerario, me sentía con coraje, me sentía que me olvidé de llevar guita, así que decidí viajar dichas cuadras con la luz prendida "a ver qué pasa". Y no pasó nada al final. Pero que aguantó, aguantó.
Dio la casualidad, la buena fortuna, la suerte o simplemente el hecho de que tenía un cheque, que logré cobrar un dinero antes de retornar a mi hogar. Entonces, ahora sí armado de papota, fui a la YPF más cercana y llené el tanque con mi típica cara de "Puedo pagarlo, papá, vos dale Play y no pares hasta que derrame". Me ligué 11 puntitos de Serviclub (útiles únicamente para poder cambiarlo por pilas cuando lo necesito, o eventualmente por descuentos en el cine... porque un viaje a las Bahamas no creo que logre alcanzar). Ahora sí, con el tanque lleno y el Vivace satisfecho, volví a casa... pero algo me faltaba... era esa adrenalina de vivir al límite, de correr riesgos... claro, con un tanque lleno, ¿Qué peligro podía haber? Necesitaba un desafío, alguna razón que me haga parar en cada semáforo mirando el del otro lado fijo, esperando que el semáforo de peatón se ponga en rojo y cambiando súbitamente a primera para ganarle al auto de al lado, algo con lo que yo pudiera decirme a mí mismo durante el trayecto "Vamos, un poquitito más y llegás"... ahí fue cuando me compré el laxante...

jueves, octubre 13, 2005

De cómo arrojar en la vía pública los volantes que nos dan en mano.

Hace unos cuantos años, entre la enorme variedad de empleos que tuve (reemplazar la palabra "enorme" por "pequeña" y la palabra "empleos" por "changas"), se encuentra el de volantero. Le explico, amigo de otro país, que el volantero es aquél joven de entre 15 y 25 años, sexo indefinido, que con su gorrita del sol, sus auriculares en el oído, y su mochila en la espalda, combate el calor agobiante para tirar pequeños folletos por las puertas de las casas. Este es el trabajo que yo sufrí durante un verano, y que juré nunca más hacer. So far, so good.
Más allá de la mísera paga y los calambres de piernas, este sufrido pero honroso, digo, horroroso, empleo, me dejó una enseñanza: La gente es cruel con los volanteros.
Mientras camino por la Avenida Rivadavia, cuna de nuestro orgullo nacional que nos hizo, por años, decir en voz alta "Los argentinos tenemos la más larga" y que, a pesar de que ahora existe otra avenida de mayor longitud, nos permite seguir jactándonos de tener "la más larga" porque, afrontémoslo, nosotros solo queremos presumir de la más larga sin importarnos si hablamos de una avenida, nuestra poronga o el palo de la escoba. Simplemente queremos decir "Sí, tenemos la más larga" y hacernos los grosos. Decía, mientras camino por Rivadavia, observo la cantidad de volanteros que inundan las calles. Casi podría decirse que hay más volanteros que volantes. Una de las cosas que me sorprenden son las estrategias comerciales que emplean para enchufarte el folleto.
Sabido es que cuando uno divisa a un volantero, quizás por el miedo a quedarse con un papel en la mano, trata de esquivarlo a como dé lugar. Si éste está parado a la izquierda, uno se mueve a la derecha de la acera; y viceversa.
He aquí donde entra en juego una de las estrategias brillantes: Se colocan dos volanteros enfrentados, cosa que uno tenga que pasar por el medio de los dos y se ligue volante doble. A menos, claro, que pase corriendo en cámara lenta con la música de "Carrozas de fuego" de fondo, y evite a toda costa agarrar volante alguno.
Dichas estrategias, yo no las supe aplicar en su momento. No señor, yo iba por la calle, y me agachaba en cada casa a introducir un folleto. Con el correr de los días, comprendí que era más fácil engancharlo en la manija así no había que agacharse. Con el correr de más días comprendí que era aún más fácil entregar la mitad y guardar la otra mitad en la mochila. Con el correr de aún más días me echaron por incompetente.
Con los volantes que me quedaron forré un globo hasta que quedó durito, durito, después lo corté en dos y me hice una máscara.
Volviendo al tema original, hay una cosa que me llama la atención de los volanteros, y es cuando uno pasa con cara de "Sí, me resigno, dame volante" y el muchacho te pasa de largo, no te dá volante y se lo dá a la mina que estaba caminando atrás. Loco, ¿Por qué esta demostración de racismo? ¿Qué tiene esa mina que yo no? Ah, era un folleto para Vinicius... ok, no dije nada.
Pero si hay algo que tiene de tradicional el laburo de volantero, al menos en las volanteras jóvenes y que están fuertes, es que no podés caminar una cuadra sin cruzarte con un policía chamuyándose a una de estas volanteras. Es una fija. Yo debería ser policía... viajo gratis en bondi, puedo llevar en arma, me chamuyo a las volanteras, el kiosquero me presta el diario y el almacenero siempre me convida con un vaso de Coca. Si eso no es la gloria, ¿Qué es? Ah, sí, la cubana esa que canta "Conga"...

¿Esperaban un regreso con fanfarrias y comentando qué pasó durante mi ausencia? Yo no soy Repetto...
Señores, "De la vida y todo lo demás" volvió... vamos a ver cuánto dura.