lunes, noviembre 08, 2004

De cómo apurarse para no llegar nunca.

"¡Dale, que no llego a tiempo!". ¿A tiempo para qué? Parece que todo el mundo estuviera apurado pero nadie tuviera realmente por qué apurarse. Porque se nota desde el mismo momento en que el semáforo de la mano perpendicular se pone en rojo, que el rugido de los motores suenan, y los autos avanzan de manera tremendamente veloz, para llegar antes que nadie a... ¿A dónde?
Hoy estaba volviendo de la facultad (precioso lugar donde la mayor parte de mi vida parece estar desaprovechándose), y me paro en el semáforo de Juan B. Justo. Apenas éste cambia a amarillo, un auto atrás (y cuando digo atrás, me refiero a unas 3 cuadras) empieza a tocar bocina, pidiéndome, con la amabilidad que caracteriza a los argentinos, que "Avances, la concha de tu hermana!". Qué tonto, el señor no sabía que como hermana yo no tengo, con la suya me entretengo.
Es entonces cuando el peor temor del automovilista se hace realidad... ¡No entra la primera!, y uno se desespera, porque, como buen samaritano, quiere contentar al hombre de atrás, y a la vez quiere avanzar, pero el auto está diciendo "Pará, flaco, yo hago lo que puedo, pero no soy una Ferrari". No sabía si reir o llorar de mi pobre Vivace, pero la cuestión es que recordé lo que aprendí en mis clases de yoga (bueno, en realidad las ví desde afuera por la vidriera, pero la lección la aprendí igual... ¡Y sin pagar!): "Si en algún momento te sientes nervioso, sólo aléjate del mundo a tu alrededor, cuenta hasta 10 y vuélvelo a intentar, respirando relajado.", y eso hice... debo admitir que dió resultado. Claro que, para ese momento, el tipo de atrás me había pasado hace rato, yendo a los pedos, y mostrándome un dedo que, al no ser precisamente el anular, dudo que su intención haya sido decirme "Estoy casado, mirá qué lindo anillo me compré".
Y ese mismo hombre fue el que, tan solo minutos después, quedó en una interminable fila de autos que iban a doblar a la izquierda en un semáforo con flechita. Mientras, yo pasaba a su lado y me cagaba de risa... es que había recordado un chiste...
Por supuesto que quise devolverle la cortesía al amable señor, y en cuanto lo pasé, bajé la ventanina y le mostré el mismo dedo, a manera de "Señor, no entiendo bien su cultura de saludo, pero le soy respetuoso y se la devuelvo de la misma forma, que tenga usted un buen día". Espero que me haya entendido...

"Sobre el umbral de la duda, la vagancia levanta su caserón. Agarrémonos las manos y vamos ya!"

3 comentarios:

BOLOÑOQUI dijo...

primero quisiera agradecer la invitacion a este blog, y segundo contar que ha sido muy entretenido ( en mi es raro ponerse a leer algo y que, encima entretenga ) y tercero, sentirme halagada con el pequeño "tributino". Prometo reconocer el proximo, si es q lo hay..

Anónimo dijo...

¿Que tiene de malo que el señor te haya levantado el pulgar para decirte que estaba todo OK?
O capaz que te lo levantó para decirte que "este gordito pícaro se lo comió".


Marcel

Cosme Fulanito dijo...

Eso pensaba yo al principio, pero una inspección más cercana me confirmó que tampoco era el pulgar ese dedo... todo parece indicar que era el dedo del medio...

Y un saludo a Solcin, y un agradecimiento por su breve pero poderosa aparición en este, vuestro blog... (el de usted y los suyos)